sábado, 21 de abril de 2012

El día del Idioma









El próximo veintitrés de abril celebraremos una vez más el día del idioma. Un idioma impuesto en América, con fornicación y violencia.
La celebración remite a la obra de escritor Miguel de Cervantes Saavedra, en especial, a su novela “El Quijote de la Mancha”. Obra de humorismo lacerante, de profundo humanismo,  anti literatura renovadora para su momento que parodiaba las novelas de caballería. Más o menos productos editoriales de moda como las que impulsa el mercado editorial hoy en día, de mediocridad, consumo y efímera perdurabilidad. No sé por qué me viene a la cabeza Juan Gabriel Vásquez y William Ospina.
La idea del día del idioma, vino de las fiebres de otro escritor, Vicente Clavel Andrés, -dato tomado de Wikipedia-. Así que la cosa, viene más por el lado de la literatura, que de la misma ciencia del estudio del lenguaje, la lingüística, y mucho menos, de la gramática, estudios derivados del escolasticismo que aún practican algunos intelectuales decimonónicos que aún sobreviven, aferrados a la férula y la autoridad. Vicente Clavel Andrés “propuso la idea de un día especial para celebrar la literatura” en 1926.
Sin embargo, no se sabe cómo, no solamente el día, sino el idioma, resultó en bolsillo de los gramáticos. Construyeron altas torres de purismo y, férula en mano, fueron recitando a cada quien las normas del buen hablar, escribir y pensar. Incurrieron hasta en algo llamado “preceptiva” que trató de inculcar cánones para la literatura y de fijar el gusto y estética en las obras literarias.
Con ello quedaba desnaturalizado el objeto primordial del día del idioma, exaltar la literatura de una lengua determinada.
La misma visión penetró las instituciones educativas y se instaló en aula. No para enseñar o reflexionar sobre el lenguaje y sus múltiples facetas, como crear, pensar, elaborar discursos y profundizar en las disciplinas, sino para reducirla al estudio de la gramática. Especie de leguleyada que pretende amordazar el lenguaje y reducir su estudio a la norma.
Las prácticas escolares de la lectura y la escritura, por ejemplo, han estado circunscritas al saber gramatical como valor supremo, y subvaloran la enseñanza para amar y conocer el lenguaje desde la literatura. Incluso han menospreciado visiones renovadas del estudio del lenguaje centrados en el discurso. Por estar pegados a la oración y sus categorías gramaticales, han perdido la visión del lenguaje en estructura y dimensiones de pensamiento superior.
El resultado es especialmente notable: niños y jóvenes que no leen, que aborrecen la literatura y les parece que el lenguaje es cosa de viejitos solemnes.